Biografía del beato Fray Cosme Spessotto

Por Fray Claudio Bratti, OFM

Resumen

  • Nació en Mansué, (Treviso, diócesis de Vittorio Veneto) el 28 de enero de 1923.
  • En la fuente bautismal recibió el nombre de Sante.
  • El 25 de septiembre de 1935 entró en el colegio Seráfico de Lonigo (Vicenza).
  • El 16 de septiembre de 1939 visitó el hábito franciscano en el convento noviciado de S. Pancrazio de Barbarano (Vicenza).
  • Hizo su primera profesión religiosa el 17 de septiembre de 1940.
  • Fue ordenado sacerdote el 27 de junio de 1948 en la Basílica de la Madonna della Salute, en Venezia.
  • Salió de Génova el 9 de marzo de 1950 con destino a El Salvador, llegó al puerto de La Unión el 4 de abril.
  • El 30 de abril fue destinado a la parroquia de San Pedro Nonualco.
  • El 18 de octubre de 1953 tomó posesión de la parroquia de San Juan Nonualco donde permaneció por 27 años.

En San Juan Nonualco

Se distinguió por su actividad caritativa y pastoral. Inició la construcción de una nueva iglesia parroquial, fundó una escuela parroquial, visitaba todos los cantones de su parroquia que en aquellos tiempos era muy vasta.

En la segunda mitad de la década de los 70 la situación política y social del país fue empeorando hasta encontrarse dentro de una guerra civil. El beato se distinguió por su caridad y por defender la posición de la Iglesia. Sus feligreses dicen que defendía los derechos de Cristo y de la Iglesia, él sostenía que no podía abandonar a los feligreses que vivían en la zona ocupada por los opositores al Gobierno, él repetía que con las mismas manos había bautizado a los jóvenes que combatían en uno y el otro bando.

El Siervo de Dios recordaba que el principio de la no-violencia era la vía más concorde con el Evangelio para poder actuar las reformas sociales tanto deseadas por la población. Defendía el derecho de la vida, solamente Dios puede suprimir la vida humana.

En sus últimas homilías, a los que iban a informar en secreto a las autoridades militares sobre los nombres y la actividad de los opositores, les hizo presente que eran tan responsables del homicidio como los que lo ejecutaban materialmente.

Ante un operativo militar en la zona ocupada por la oposición, no dudó en presentarse en la zona para asistir a los afectados, enterró algunos de los caídos y ayudó materialmente a las familias, sin importarle la pertenencia política, si la tenían.

Los poderes militares mal interpretaron su caridad hacia la gente pobre. El 14 de junio de 1980, poco antes de la celebración de una santa misa, a las 19:00 horas, fue acribillado mientras rezaba ante el tabernáculo del altar mayor de la iglesia parroquial.

LA INFANCIA

El ambiente familiar

En un pueblo de la provincia de Treviso, Mansué, nacía el 28 de enero de 1923 el tercer hijo de Vittorio Spessotto y Giuseppina Zamuner, recibía el nombre de Sante (Santos).

La familia era profundamente cristiana, vivía del cultivo de la tierra como mezzadri (campesino que cultivaba la tierra de un terrateniente distribuyendo el fruto del trabajo poco más o menos por la mitad, según los acuerdos), juntamente con otros parientes.

En la casa llegaron a vivir hasta 40 personas, entre ellas la Tía María, hermana del señor Vittorio, que por motivos de salud había tenido que retirarse de la vida religiosa consagrada entre las Hermanas de la Misericordia de Verona. Ella reunía en las tardes a todos los niños y los entretenía instruyéndolos sobre la religión Católica o haciéndolos rezar.

En la familia reinaba siempre gran armonía. El nivel económico era de pobreza, como gran parte de los campesinos de aquel tiempo.

Santos fue un muchacho normal, creció robusto y fuerte, lo llamaban el toro porque era capaz de jalar la carreta con hermanos y primos en ella. Sus parientes recuerdan que no se enojaba nunca.

Ya desde pequeño Santos sintió atracción por el fenómeno religioso. Sus parientes solían ir en pequeño número a la Misa diaria en la parroquia, él era de los más asiduos.

Una vez había nevado durante la noche, todos se habían quedado en la cama, solamente Santos (6 años de edad) se levantó y sugirió partir para escuchar la santa Misa, le respondieron que si había nevado no era conveniente, él no tenía las botas de su mamá y les dijo: "Yo estoy listo".

A los 5 años hizo su primera Comunión y a los 9 años recibió el sacramento de la Confirmación. Era asiduo al catequismo parroquial. Se distinguía por su piedad eucarística.

La Vocación

A los 10 años Santos sintió por primera vez la llamada al sacerdocio, fue en un retiro organizado por la parroquia. La pobreza de la familia hizo poner a un lado su proyecto de entrar en el Seminario de la Diócesis de Vittorio Veneto.

Durante una misión popular, predicada por los PP. Franciscanos del cercano convento de la Basílica de Nuestra Señora de los Milagros en Motta de Livenza, sucedió el hecho decisivo:

Con el cambio de párroco, se organizó en Mansué una Misión popular. La predicaban los padres Franciscanos del convento de la Basílica de Motta de Livenza. En uno de los sermones a los niños el predicador preguntó: "¿Quién de ustedes siente que el Señor lo llama para volverse religioso y sacerdote?" Terminando el sermón Sante fue a la sacristía y le preguntó al fraile: "¿Cuánto dinero se necesita para ser fraile?" El fraile le respondió: "Se necesita fuerza de voluntad para ser sacerdote y seguir al Señor". Como respuesta, Santos le dijo al fraile que lo habría tratado con sus padres, porque él sentía fuerte la llamada del Señor para ser sacerdote. Todos en su casa notaron que ese día regresó felíz y contento. Apenas se presentó la oportunidad habló con sus padres que después se encontraron con el padre Franciscano, se pusieron de acuerdo y Santos entró en el colegio Serafico de Lonigo. Sus compañeros le tomaban el pelo pero él era felíz porque había encontrado el modo de ser sacerdote (Sor Marií Vittorina Spessotto, hermana del p. Cosme).

El 25 de septiembre de 1935 Santos entraba en el seminario franciscano de Lonigo; así lo recuerda uno de sus compañeros:

Santos Spessotto era entre los más fieles en observar la disciplina del colegio. Era para todos nosotros un buen ejemplo (P. Filiberto Dal Bosco ofm).

RELIGIOSO FRANCISCANO

Novicio

El 16 de septiembre de 1939 Santos entraba en el noviciado de la Orden de los Frailes Menores, de la provincia religiosa de San Antonio de Padua de Venecia. El lugar del noviciado era el convento de San Pancrazio de Barbarano (Vicenza), colocado sobre un cerro en medio de dos barrios del pueblo.

Iniciaba el año de prueba con la vestición del hábito religioso de San Francisco, simbolizando el abandono del mundo y el inicio de una nueva vida, recordando la vez que San Francisco renunció a sus hábitos mundanos y despojado de todo se puso bajo la protección del Obispo de Asis. Otro símbolo era el cambio de nombre, Santos recibía el nombre de Cosme, uno de los primeros mártires de la Iglesia.

Se concluía el año de noviciado con la profesión de los tres votos: pobreza, obediencia y castidad, esto sucedía el 17 de septiembre de 1940. Ya en ese tiempo fray Cosme se destacaba como hombre de oración.

Estudiante clérigo

Eran unos años duros, 1940-1945, caracterizados por los hechos de la Segunda Guerra Mundial. Los estudiantes tenían que adaptarse a situaciones imprevistas, algunas casas de estudios habían sufrido los efectos de las acciones bélicas, la comida en los conventos era escasa y de mala calidad.

No obstante que la alimentación fuera pobre a causa de la situación bélica, fray Cosme seguía un régimen muy austero, terminó por enfermarse de gastritis y tuvo que someterse a dos operaciones quirúrgicas. Cuenta su compañero.

Desde frailito a Lonigo sufrió y soportó con alegre paciencia, en todos los inviernos, la hinchazón, a veces con llagas en los pies, las manos, las orejas y la naríz. Nunca llevó calcetines, vistiendo como prescribe la regla en el sentido más austero aún antes del noviciado. En misión nunca tuvo ambiciones de lucir con algún carro nuevo, de clérigo soportó sin anestesia una operación al estómago (P. Vito Guarato ofm).

No era un estudiante extraordinario, sino "de medio rendimiento", estudiaba con empeño, le gustaba discutir, poco a poco se había ganado el título de testarudo, por querer defender su punto de vista hasta el fondo (P. Bonizio Morin ofm). Nunca dejó a un lado la piedad: oración y devoción eucarística; aprovechaba, después de la recreación y antes de acostarse, dedicar tiempo para la adoración en la capilla del coristado. Otros compañeros lo recuerdan así:

Mientras él estaba en el colegio seráfico era visto como un seminarista modelo, muy obediente, con gran espíritu de sacrificio. Nunca se enfadaba, siempre sereno. Respetuoso con sus compañeros y superiores, diligente en el cumplimiento de sus deberes religiosos y comunitarios (P. Natalio Durigon ofm).

En los últimos años de estudiante cultivó el proyecto de poder irse como misionero ad Gentes. En aquellos tiempos el lugar indicado para los frailes franciscanos vénetos que querían ser misioneros era la China, pero los advenimientos bélicos y la revolución comunista estaban cambiando las cosas.

Fray Cosme quería partir para la China antes de ser ordenado sacerdote, los superiores le aconsejaron esperar a que la situación se esclareciera (F. Dal Bosco). Sus parientes aceptaron con dificultad su decisión.

El 27 de junio de 1948 fray Cosme fue ordenado sacerdote en la Basílica de la Madonna della Salute, en Venecia, por el Patriarca de la ciudad: Su Eminencia el Cardenal Adeodato Piazza.

MISIONERO EN EL SALVADOR

La revolución comunista de Mao-Tze-Tung terminaba por cerrar las puertas de la China a los misioneros católicos que eran expulsados del país. P. Cosme tuvo que renunciar a su sueño. Los superiores lo destinaron al convento de S. Francisco en Vittorio Veneto.

Se suele decir que cuando se cierra una puerta se abre otra; contemporáneamente los Obispos de Guatemala y El Salvador hacían un llamado a los franciscanos vénetos para que llegaran en auxilio del clero local, poco numeroso. No pocos de los misioneros franciscanos expulsados de la China habían tomado ese rumbo, el p. Cosme decidió sumarse a ellos.

Despidiéndose de sus parientes, a su mamá le dijo: "Mamá: hasta el cielo".

Con otros dos compañeros, pp. Federico Nardi y Giacomo Meneghello, se embarcaron en Génova el 9 de marzo, desembarcando en el puerto de La Unión el 4 de abril de 1950 después de 27 días de viaje.

Inmediatamente fue destinado a una parroquia, San Pedro Nonualco, en donde empezó el estudio de la lengua española. En aquellos tiempos no habían escuelas particulares para aprender la lengua local, todo se hacía en base a la experiencia en la primera parroquia que le tocara.

Los parroquianos le tomaron rápido cariño. En tres años de estancia dejó el recuerdo de las campanas de bronce compradas en Italia.

Párroco de San Juan Nonualco

El 18 de octubre de 1953, el p. Cosme Spessotto ofm, hacía su entrada como segundo párroco de San Juan Nonualco. Los parroquianos recuerdan que llegó con el hábito franciscano puesto y manejando una moto. Recibía una parroquia muy descuidada en la cual había que hacer casi todo: sistematizar la casa parroquial, organizar la parroquia, darle vida a las asociaciones…

Una atención especial le dio a la formación de los niños, por esto la organización del catecismo fue una de sus prioridades. Escribió una parroquiana de aquellos tiempos:

"Nos hacía sentir que la Iglesia era madre y que teníamos que sentirnos acogidos por ella y por eso colaborábamos a la construcción de la Parroquia. Como niños colaborábamos llevando una piedra del río o un ladrillo."

Con el pasar del tiempo sintió la necesidad de fundar una escuela católica, el proyecto se volvió realidad en los años setenta, San Juan Nonualco se había vuelto el primer pueblo del departamento (fuera de la cabecera) que tenía un bachillerato. Enfrentó muchas dificultades para poder abrir la escuela parroquial.

La necesidad de construir una iglesia nueva la sintió apenas llegado, para eso fundó un Comité pro trabajos parroquiales. La construcción del templo parroquial fue una obra lenta, llevada adelante con los centavitos de todos, terminada solamente algunos años después de su muerte.

La parroquia de San Juan Nonualco en aquellos tiempos era muy vasta, comprendía los municipios de San Luis la Herradura, San Rafael Obrajuelo y San Juan. El padre Cosme visitaba todos los cantones regularmente, llevando los auxilios de la religión Católica a cualquiera que se los pidieran.

"Decían sus feligreses: El p. Cosme, a cualquier hora que lo llamaran para llevarle los auxilios a un enfermo, iba a donde fuera, a cualquier hora, de día o de noche, y con el tiempo que fuera, sol o lluvia, él iba, y no pedía ni siquiera un centavo."

LA VIDA ESPIRITUAL DEL SIERVO DE DIOS

Su apostolado fue antes de todo con el ejemplo de la vida ejerciendo lo que predicaba y ésto fue bien percibido por sus parroquianos. San Francisco recomendaba a sus frailes antes de todo testimoniar con la vida el Evangelio, después, si a Dios le parece, predicar con la palabra. Al centro de su vida espiritual estaba la oración, que alimentaba la práctica de las otras virtudes.

Desde sus primeros años, el p. Cosme se había ganado el título de hombre de oración. Ya desde niño, cuando con sus parientes iba a Misa diaria temprano en la mañana, su papá a veces le daba algunos centavitos para que desayunara y después pudiera ir a la escuela, su casa distaba 3 KM de la parroquia, él aprovechaba para quedarse en la iglesia adorando al Santísimo.

Sus parroquianos de San Juan lo recuerdan cuando rezaba el rosario todas las tardes en la iglesia juntamente con los feligreses, caminando por el centro de la iglesia del altar a la puerta principal.

Ellos recuerdan también el tiempo que pasaba delante del tabernáculo, en su genuflectorio al lado derecho del altar (en donde precisamente fue asesinado). Fue siempre fiel a la recitación del Oficio Divino.

Al centro de su vida de piedad estaba su devoción eucarística. Siendo estudiante pasaba buenos ratos en la capilla del coristado orando. Sus feligreses recuerdan la devoción con la cual decía la Misa, con mucha concentración y devoción.

"Durante la celebración eucarística era un hombre totalmente concentrado. Mons. Aparicio dijo de él que era un sacerdote que creía en la Eucaristía ( B. Morin). Era un hombre de fe y yo le ayudé como acólito en la misa que la celebraba con una espiritualidad tremenda, vivía con un santo temor hacia la Eucaristía" (P. David Antonio Aguilar).

Su Obispo, Mons. Pedro Arnoldo Aparicio y Quintanilla, en la homilía fúnebre expresó el deseo de que se escribiera sobre la tumba del p. Cosme:"El Sacerdote bueno, que creyó en la Eucaristía"

En sus bodas de plata (sacerdotales) pudo consagrar junto con su Obispo, el vino que había producido de su viñedo, vino de estas hermosas tierras del trópico, convertido en sangre de Cristo, no mucho después uniría, allí mismo, ante Jesús Sacramentado, su sangre a la de Cristo, hecho eucaristía perfecta (N. Durigon).

La fe en la presencia eucarística provocó en él indignación cuando los de la extrema izquierda ocuparon las iglesias.

Se preocupaba que el culto y el templo fueran decentes.

El p. Cosme no dejó escritos particulares sobre su vida espiritual, poseemos solamente los testimonios de sus feligreses que constataban de cómo vivía su vida interior.

El p. Silvio Elías ofm, que fue su capellan en Zacatecoluca, así se expresa: Recuerdo su testimonio, su vida clara, su celo por la Iglesia y su coherencia entre la palabra y la acción en su vida. Era una persona de vida muy austera. El p. Vito Guarato, su compañero de estudios desde el colegio seráfico: De él y por lo oído de él siempre he tenido el concepto de un santo. Un verdadero Fraile Menor: recto, sencillo, piadoso, pobre, desprendido, constante y celoso de toda obra buena, obediente, cuidadoso en no faltar a la caridad, sonriente, sacerdote integérrimo, apóstol infatigable, ningún chiste o palabra sucia de su boca.

Caminando por la calle, respondía al saludo de los parroquianos pero iba con la vista baja, custodiaba las ventanas del alma: la vista. La vida del padre era sobria, evitaba los espectáculos mundanos inútiles, prefería la vida pobre, sin lujos ni comodidades, lo sentía como un deber dada la pobreza de sus parroquianos. Para servir a sus feligreses no evitaba ningún sacrificio (N. Durigon).

A dos de sus compañeros el padre Cosme les confió que probablemente él no había cometido algún pecado mortal en su vida.

Al p. Vito Guarato: Ocho días antes que lo mataran se confió conmigo y me dijo: "Yo nunca he cometido pecado mortal".

Al p. Natalio Durigon: El día de su Primera Comunión, cuando, a imitación de Santo Domingo Savio, el adolescente del oratorio festivo de San Juan Bosco, en Turín, hizo el propósito de no cometer, nunca pecado mortal, antes bien pidió a Dios morir. Si no lo dijo expresamente, aquella mañana, lo insinuó claramente. Muchos años después de aquella comunión, ya sacerdote y misionero en C.A., en el año de 1966, durante una visita, le pregunté a quema ropa: "¿Has cometido alguna vez, un pecado mortal en tu vida?" La pregunta era a todas luces indiscreta, pero 13 largos años de vida común durante nuestros estudios, me lo permitían. Cosme se sonrojó ligeramente, bajó la mirada, guardando silencio. Ante mi insistencia, como presionado, me contestó: "Creo que no". Con aquel "creo" que denota toda su humildad. Cosme se dejó tomar por Dios, plenamente, iba siempre a lo esencial.

El ejercicio de las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad

El p. Cosme se caracterizaba por su fe firme y sobre todo por poderla transmitir a sus feligreses. No era un buen predicador pero cuando aconsejaba su palabra adquiría autoridad, a veces bastaba una mirada para que entendieran que las cosas no iban bien. Quién llegaba con problemas, abatido por la situación en que vivía, sea del confesional que del oficio parroquial salían sonrientes, como que si hubieran hallado la solución.

El p. Cosme era un hombre que vivía la esperanza no obstante la situación negativa que reinaba en el país.

Un lugar especial en la vida espiritual del beato lo ocupó la caridad. El amor hacia Dios lo demostraba en su fidelidad a la oración y en el ejercicio de su ministerio sacerdotal, el amor o la caridad hacia el prójimo lo manifestó hacia todas las personas que acudían a su puerta: no hacía distinción por el rango de las personas, ricos o pobres, instruidos o personas simples, mendigos, todos los trataba por igual: visitaba los enfermos de la parroquia a cualquier hora de la noche se lo pidieran, si necesario llevaba el enfermo al hospital de Zacatecoluca.

Aunque no era un buen predicador, su ejemplo era suficiente. Su trato era humano, en él se encarnaba un espíritu fransciscano de humildad y pobreza. No hacía distinción de gente, hasta a los indigentes arruinados por el alcohol les daba comida. No despreciaba a nadie. Era un hombre amoroso de Dios (Uno de los jóvenes que frecuentaba la iglesia).

Sucedía sobre todo cuando las mujeres tenían que dar a luz, esperan "a la última hora", llegaban a las dos o tres de la madrugada, el padre con su jeep los llevaba al hospital … sucedía también que la criatura naciera durante el viaje.

No tenía pena en pedirle perdón a la gente si le decían que había hecho un error. Una vez el p. Mario Bornia le contó que una señora había quedado muy mal por algunas palabras que el padre Cosme había pronunciado, pero sin pensar que eran dirigidas hacia ella, no obstante, el padre no evitó en hacer varios kilómetros para pedirle perdón.

En varias ocasiones en su parroquia se daban actos violentos, entre esposos, o entre parientes por venganzas de varios géneros: en un país donde la justicia era poco administrada, la impunidad era frecuente, la gente estaba acostumbrada a hacerse justicia por sí misma. Muchos fueron los casos en los que el p. Cosme intervino para pacificar los ánimos (A. Orantes), aún arriesgando su vida, pero él siempre gozaba de una autoridad moral gracias a su testimonio de vida.

Muchos fueron los jóvenes que ayudó en el discernimiento vocacional llegando a ser buenos profesionales. Algunos de ellos vivieron en el convento. No permitía que se burlaran de las personas con enfermedad mental y algunas casi las adoptó.

Su vida religiosa consagrada franciscana

Se puede decir que el p. cosme siempre se presentó como hijo de San Francisco con orgullo. Trabajó en una parroquia diocesana, llevó siempre el hábito fransciscano no obstante el calor tropical del lugar, se lo quitaba solamente para viajar al exterior, vivió pobre como los pobres sirviendo a todos indistintamente.

Durante las vacaciones escolares de los clérigos franciscanos buscaban tener a algunos de ellos en su casa parroquial para conducir vida comunitaria y vida apostólica. Organizaba con ellos misiones populares en los distintos cantones: la casa parroquial se volvía un verdadero convento.

La vida religiosa consagrada encuentra su expresión en los tres votos: pobreza, obediencia y castidad. La gente recuerda que el padre Cosme era pobre del punto de vista material, vivía "casi como un mendigo".

Era sumamente pobre, vivía la pobreza, entré a su habitación y más que eso, era una bodeguita, muy humilde. Yo escuchaba mucho que su cuarto era muy sencillo y que dormía en una cama extremadamente sencilla y recuerdo que en una ocasión entré a su cuarto de habitación y constaté su cuarto tan humilde y su dormitorio tan pobre (jóvenes de la parroquia).

Aunque tuviera necesidad de dinero para la construcción de la iglesia y de la escuela parroquiales, nunca fue apegado al dinero (pistero). Todo lo que recibía lo ponía a disposición de las obras parroquiales, En la administración era exacto, después de su muerte, los Superiores encontraron todas las cuentas en orden. Cuando iba a los cantones se adaptaba en todo a lo que sus parroquianos le ofrecían.

Apenas llegado a San Juan quiso utilizar una moto como medio de transporte, pero después de un accidente que tuvo se decidió por comprar un jeep, que fue de segunda. En su primer viaje de vacaciones a Italia quiso hacer un curso de mecánica para poder reparar el jeep por su cuenta, La gente de San Juan decía que era un carrito talmente viejo que no entendían cómo hacía para ir adelante; un mecánico del lugar decía que hasta dolía tocar el timón, talmente era "despelado".

En una ocasión sus sandalias se habían roto, él las compuso utilizando un alambre, de dónde salió el dicho: El p. Cosme tiene hasta las sandalias remendadas.

Para sus bodas de plata sus feligreses no sabían qué regalarle, supieron que tenía solamente un hábito franciscano roto y descolorido, secretamente, de acuerdo con la cocinera, tomaron las medidas teniendo en cuenta todas las veces que lo habían lavado… así, para la fiesta de sus bodas sacerdotales le regalaron un hábito nuevo.

El p. Cosme era obediente a las leyes de la Iglesia, a las disposiciones de su obispo y de sus superiores. Gran impresión dejó en los parroquianos la postura del p. Cosme ante la orden de sus superiores de cambiar de parroquia, después de 27 años de servicio en San Juan Nonualco, tenía que pasar a Zacatecoluca. Él expuso sus razones manifestando su parecer negativo, pero obedecía y recomendó a sus parroquianos aceptar la obediencia (una parroquiana catequista).

EL MARTIRIO

La situación para la Iglesia Católica en El Salvador

Empezando por los años 1975-1980 la situación para un simple ciudadano de El Salvador era de incertidumbre, zozobra, no había seguridad en las horas nocturnas. La situación social se iba haciendo más insostenible.

La nación se iba quedando con estructuras sociales anticuadas, con un porcentaje elevado de la población que vivía en la pobreza y pocos que detenían el poder y gozaban de los beneficios económicos.

La Iglesia no podía quedarse quieta, sentía su deber desempeñar un rol activo para proceder a los cambios de estructuras más modernas y para la actuación de la justicia social. El clero sentía profundamente este compromiso.

Los militares habían asumido el poder político y social de la nación y lo ejercitaban según sus criterios, como si todo el país fuera un cuartel. Los que ejercitaban el poder sea económico sea político tenían mucho temor que el comunismo se apoderara del poder. El ejército en este caso ejercitaba toda su actividad buscando de obstaculizar a cualquier grupo de izquierda que encontrara el favor popular. Poco a poco se fue afirmando la convicción que cualquier movimiento que favoreciera a los pobres a mejorar su calidad de vida, era tachado como "comunista".

Por desgracia, ésta fue la suerte de la Iglesia con sus estructuras caritativas empezando por la Cáritas y los centros de formación de catequistas.

Muchos se sintieron tentados por la opción de la violencia, pensando que el cambio de las estructuras no podía llegar por medios pacíficos, dada la actividad opresora de parte del ejército. Éste mismo había organizado grupos para-militares para controlar la población, entre ellos un grupo denominado Orden para espiar y controlar la actividad de las asociaciones de izquierda (llamados también Orejas). y los escuadrones de la muerte que secuestraban, torturaban y asesinaban a los opositores.

Ya el partido comunista estaba obligado a ejercer su actividad clandestinamente, pero poco a poco todos los grupos de izquierda tuvieron que ser considerados tales. Y así, se fue organizando la guerrilla anti-gobierno.

La actividad pastoral de la Iglesia, exponiendo sus principios sobre la justicia social, pasó a ser vista negativamente; la acusaban de favorecer los grupos de izquierda, la guerrilla, y por lo tanto la tachaban de "comunista". Los más afectados en este caso eran los catequistas, No faltaban miembros del clero que optaban por la vía de la violencia. Uno de los obispos de El Salvador así se expresó en aquellos tiempos:

Hay que reconocer que había mucha pobreza y que gobiernos militares se sucedían en el poder. Por otra parte, el comunismo quería apoderarse de El Salvador, y hacer del país un país socialista como Cuba. Para lograr esto, desde la década de los 70 los líderes comunistas trataron de infiltrarse en sacerdotes, religiosas, seminaristas, catequistas, y a través de ellos, en la masa de la población. Lograron ganar a muchos miembros de cada una de esas categorías; lograron convencerlos de que, para ayudar a los pobres, era necesario la toma del poder a través de la lucha armada, de la revolución. Lograron convencerlos valiéndose de la Biblia.

Así la Iglesia se encontró dividida en su interior: los que querían obtener los cambios por medios jurídicos, de acuerdo con el espíritu evangélico, y los que pensaban que la única vía era la de una revolución violenta. La predicación evangélica pasaba a ser arriesgada. Cuenta un catequista de San Juan:

Nosotros pudimos predicar el Evangelio tranquilamente hasta el 80, mientras vivía el padre Cosme sentíamos amparo. Luego de su muerte ya empiezan a haber más matanzas y no podíamos entrar a las comunidades rurales. Un dirigente de orden que era padre de unos niños que yo les daba catecismo, vino a decirme que me fuera del pueblo porque yo estaba en la lista y que iban a matar a todos los jóvenes del norte y sur del pueblo y por último a los del centro, por no apoyar lo que ellos hacían.

Era difícil y arriesgado predicar el evangelio, algunos catequistas, por temor, prefirieron enterrar la Biblia, fue una práctica corriente en toda la República de El Salvador en ese tiempo (Una catequista de los cantones de la Montaña). La persecución en contra de la Iglesia provenía de parte de los militares y del gobierno. El recurso al homicidio era muy frecuente.

Las distintas asociaciones, sea de derecha sea de izquierda, hacían de todo para obtener el apoyo de la Iglesia. Uno de los capellanes de la parroquia de Santa Lucía de Zacatecoluca así describe la situación en que se encontraron a vivir:

El ambiente era de muerte, por ejemplo habían trampas como esta: tanto los guerrilleros y soldados iban al confesionario a tratar de hablar de la situación de violencia y averiguar cuál era mi opinión sobre sus adversarios de guerra. Nos llegaban además denuncias de que habían matado, violado, secuestrado a muchas personas y masacrado a familias enteras.

En esta situación se encontró a ejercer su ministerio sacerdotal el padre Cosme que tenía ideas claras sobre la posición a tomar:

  • Antes de todo no se podía optar por la violencia, era anti-evangélica.
  • Como sacerdote católico sabía que tenía una cierta responsabilidad sobre todos su feligreses que podían pertenecer al bando que quisieran, pero todos habían sido bautizados por el único bautismo, por lo tanto el pastor del rebaño tenía que estar por encima de las partes (super partes). La Iglesia es Madre de todos.
  • La iglesia tendría que saber ejercer un rol de mediación, el lugar del encuentro de todas las asociaciones para encontrar, en un diálogo franco, la solución de los problemas del país.
  • Era obligación de todo buen cristiano defender los derechos de Cristo y de la Iglesia.

La extrema izquierda recurrió a la ocupación de los templos católicos, sobre todo los que se encontraban en lugares muy concurridos por la población. La ocupaban por una semana utilizando altoparlantes para exponer sus principios y hacer las denuncias. Generalmente los ocupantes eran personas que no tenían respeto por la religión católica y el templo se convertía en un dormitorio y plaza públicos. Ésto para el padre Cosme era una profanación del lugar donde se conservaba la Eucaristía y un querer instrumentalizar la Iglesia como "obligándola" a brindarle su apoyo.

Las ocupaciones a las iglesias las hacían los movimientos populares de la izquierda. Cuando tomaron la iglesia de Zacatecoluca el padre Cosme estaba indignado. El padre nos decía que cuando vinieran sospechosos a tomar la Iglesia estuviéramos atentos a cerrar las puertas, porque no quería que fueran a profanar el templo y el Santísimo, esto no lo soportaba (La opinión de algunos catequistas).

Con frecuencia los paramilitares mezclaban intereses, odios, venganzas, rencores personales, dando lugar a provocar no pocas víctimas inocentes. Sin hablar de mal entender, distorsionar los hechos y las opiniones.

El ejército profesaba la doctrina de la Seguridad Nacional, la formación que recibían las Fuerzas Armadas (ejército, policía de Hacienda, paramilitares) los llevaba a suprimir con facilidad una vida humana, considerando como enemigos a todos los que no lo pensaban como ellos o que no los apoyaban (J. Contran).

En esta situación la Iglesia sintió como su deber asumir la defensa de la vida humana que no podía ser suprimida por ningún motivo, solamente Dios era el dueño de la vida humana. También este tema molestaba a los grupos en conflicto.

La situación en San Juan Nonualco

Del punto de vista geográfico la parroquia de San Juan Nonualco abarcaba un sector del litoral (plano) y otro considerando la pendiente del volcán Chichontepec con cultivos de café; éste último se volvió lugar ocupado por los grupos de la guerrilla de izquierda. Algunos cantones (aldeas) de la parroquia de San Juan se encontraron ocupados por ellos. Desde el punto de vista ideológico se volvió un choque entre el Marxismo y la doctrina de la Seguridad Nacional.

Sobre la actividad pastoral de la Iglesia Católica jugaba mal la ignorancia y el mal entendimiento de expresiones o acciones que nada tenían que ver con la política, pero interpretadas políticamente por los paramilitares que después referían al Cuartel. Las homilías y las catequesis de los sacerdotes y de los catequistas venían registradas o espiadas.

El padre Cosme sufrió mucho al ver que algunos de sus catequistas, optaron por la violencia militando entre los grupos de extrema izquierda, que bien o mal, ocupaban más de una tercera parte del territorio de su vasta parroquia, ésto él lo manifestaba abiertamente. Buscó de varias maneras de convencerlos a abandonar esa línea, pero con escasos resultados. San Juan Nonualco se encontró en medio de la ondeada de violencia, los muertos por la violencia política aumentaban, no pasaba día en que se celebraba el funeral de una o más víctimas.

Para el padre Cosme había que parar la violencia costara lo que costara, él había vivido la experiencia de la Segunda Guerra Mundial, no le deseaba a ninguno repetir esos mismos momentos.

El p. Cosme sentía fuertemente su deber como sacerdote, la fidelidad a su ministerio era para él un programa de vida costara lo que costara. Esta conciencia lo llevó a enfrentar situaciones difíciles, peligrosas, aún a riesgo de su vida. No tuvo miedo de ir a visitar los cantones de la zona montañosa de su parroquia, ocupada por la guerrilla. Más de una vez él se encontró con ellos y discutió sobre la opción no violenta.

Una vez, mientras lo tenían "acorralado" en la ermita, le pintaron el jeep con la hoz y el martillo y se lo llenaron de papeles de propaganda. Él fue siempre firme en sus posiciones; ya había sido terco cuando era fraile estudiante, lo seguía siendo también después como sacerdote.

Despreciando el peligro iba a visitar los enfermos, celebrar la santa misa, predicar la Palabra de Dios y, dado el nivel de pobreza agudizado por la situación bélica, llevaba los bienes que la Cáritas le daba, aunque sabía que el ejército no le gustaba, se llegó a decir que los llevaba para los guerrilleros. Su presencia en los lugares ocupados por los izquierdistas y los encuentros que él había tenido con ellos, provocó en las autoridades militares las sospechas de que estuviera de acuerdo con ellos.

Sucedía que a las personas asesinadas por los escuadrones de la muerte o en los enfrentamientos, quedaran sin sepultura. Por desprecio del enemigo se decía que tenían que quedarse "abandonados como alimento para las bestias" y como escarmiento para la población. El padre Cosme, que conocía perfectamente ese modo de pensar, no dudó de darle cristiana sepultura a esos muertos, es una de las obras de Misericordia recomendada por la doctrina de la Iglesia Católica.

Delante de los abusos de poder, el padre Cosme no dejó de presentarse ante las autoridades militares para protestar y sugerirles que respetaran a la población civil, en este caso pudo contrastar solamente los abusos que provenían del poder militar, en el Cuartel Ingenieros de Zacatecoluca. Bien sabía que también la izquierda cometía sus abusos, pero no tenía con quién contrastarlos, no habiendo una autoridad oficial a la cual poder dirigirse.

Hubieron varios enfrentamientos en la zona con el resultado de víctimas entre los militares, los guerrilleros y también entre los civiles. Bastaba que un joven no quisiera seguir o a los militares o a los guerrilleros para que lo asesinaran. Pocos meses antes de ser asesinado el ejército llevó a cabo una operación en grande estilo en la zona de las montañas del volcán Chinchontepec que comprendía también algunos cantones de la parroquia de San Juan. El Obispo de San Vicente le pidió al p. Cosme que le hiciera un informe. La obediencia del padre Cosme era ciega, no esperó que se lo dijeran dos veces, inmediatamente, aunque el enfrentamiento estaba todavía en acción, él fue para darse cuenta en persona de lo sucedido. Se encontró con una situación desolada, jóvenes asesinados que nada tenían que ver con la política, madres que lloraban porque eran el único sostén de la familia… El padre buscó ayudar a todos, dando sepultura a los muertos, llevando los bienes de Cáritas, celebrando los funerales… Los militares no vieron de buen ojo esa acción del padre Cosme.

Lo peor sucedía por causa de las declaraciones distorsionadas de los paramilitares de la asociación Orden, que mal informaba al ejército, mal entendía las cosas, las interpretaba con malicia, provocando asesinatos a personas inocentes que nada tenían que ver con la política. En este caso el p. Cosme no evitó llamar la atención sin hacer nombres, pero en sus homilías los calificó de "caínes", recordándoles que al final tendrían que darle cuentas al Señor en el juicio final. Les recordaba también que era tan responsable el que mal informaba como el que ejecutaba el asesinato. Ninguno es dueño de la vida del otro, solamente Dios.

El padre Cosme nunca habló mal de las autoridades civiles, militares y religiosas, tampoco atacó a los grupos de la extrema izquierda o derecha; más bien fue muy respetuoso de las autoridades aún denunciando las situaciones de pecado que se habían creado y seguían creándose. Nunca incitó a la violencia, exponía los valores evangélicos. La expresión de un catequista:

Su posición fue en contra de la violencia, en ningún momento incitó a la violencia. Él respetaba a las autoridades pero no estaba de acuerdo con las injusticias. El nunca hizo una declaración imprudente en contra ni a favor de nadie.

Como el padre Cosme iba a defender a los parroquianos de San Juan ante las autoridades militares, así también no evitaba recordarles a los izquierdista el principio de la no-violencia. Como él tuvo el valor de evitar que los de extrema izquierda ocuparan la iglesia de San Juan, así también se opuso a que el ejército ocupara la torre campanaria como vedeta. La Iglesia tenía que estar "super partes", no dejándose instrumentalizar por ningún grupo. Un parroquiano recuerda:

Le llamaba la atención a los dos bandos en conflicto, buscaba la justicia en las partes. Pienso que su posición fue valiente porque a los dos los criticó. Él fue valiente porque había que hacer algo por sanar la situación. Había necesidad de llevarle la Palabra de Dios a esta zona. Él no incitaba a nadie, él se fundamentaba en el Evangelio.

Todo ésto llevó como consecuencia que el padre Cosme se haya vuelto mártir de la Eucaristía, en el sentido que defendió el Cuerpo de Cristo pueblo de Dios, la Iglesia en el verdadero sentido de la palabra.

El crimen

Las personas que eran cercanas al padre sabían que había recibido amenazas, anónimas, por el lenguaje hacían entender de qué sector provenían, casi todas lo eran de las autoridades militares. El padre Cosme no quería que ninguno lo supiera, pero la cosa era ya muy evidente. También porque él no era el único que recibía amenazas en el pueblo. En la casa parroquial el padre Cosme había dado hospitalidad a varios adolescentes con el fin que pudieran obtener el título de bachilleres, uno de ellos cuenta:

En una ocasión yo encontré una carta debajo de la puerta y se la dí al padre que la leyó. Después llegué a hablar con él y me dijo que era una amenaza de muerte, la carta decía que era un cura reaccionario y que se fuera del pueblo. Recibió tres anónimos y el tipo de letra era el mismo, a máquina y mal redactada, de gente de poca educación, Las quemó y nos dijo que le prometiéramos que no íbamos a hablar sobre esas cartas.

Algunos de estos jóvenes afirman que el padre Cosme, no sintiéndose ya escuchado por las autoridades del cuartel, decidió enviar una carta de denuncia al Estado Mayor.

Un sacerdote, sintiéndose perseguido por las autoridades militares, había decidido retirarse en la zona ocupada por los guerrilleros. Muy furtivamente y con mucha cautela, buscaba para confesarse con el padre Cosme que lo acogía con caridad sacerdotal en la casa parroquia, le daba cena y lugar para dormir, se quedaban discutiendo hasta tarde. El padre Cosme le repetía constantemente que la opción de la violencia no era evangélica, todo se desenvolvía en un diálogo franco y respetuoso. Éste acto de caridad no podía quedar ignorado por los de la organización de Orden.

El padre sabía también que si se quedaba en esa zona corría peligro. Por este motivo los superiores le aconsejaron que viajará para Italia, esperando tiempos mejores, pero él se rehusó categóricamente, no quería dejar a los feligreses de San Juan sin los auxilios de la religión, era su deber como pastor, así como el de condividir la suerte de sus parroquianos. A un parroquiano que le aconsejaba que se fuera al extranjero le respondió:

Le aconsejabamos que se fuera del país y él decía: "mi lugar es mi parroquia y quiero estar con ustedes".

El p. José Contran había sido encargado por los superiores para convencer al p. Cosme de ponerse al seguro en otro lugar; así relata el encuentro con él:

El padre sintió que su vida era para los demás, Yo lo visité un mes antes de su muerte y compartí con él una mañana. Platicando de todo, le dije que mi deseo era que saliera de ahí por los riesgos de su vida y las amenazas irracionales que pesaban sobre él y me dijo que su obispo le había encargado ser un portador de paz, y que no era ni de izquierda ni de derecha, estaba con aquellos que tuvieran necesidades, y que por eso estaba dispuesto a dar la vida por esa causa de paz.

En el mes de mayo de 1980 el p. Cosme había tenido que ser hospitalizado en el Policlínico de San Salvador, su salud empezaba a dar problemas, la consecuencia de la gastritis se manifestaba en la funcionalidad del hígado. Pasó 20 días de convalecencia, en parte internado en la clínica en parte huésped del convento de Fátima en Planes de Renderos, donde funcionaba el colegio seráfico, Fray Junípero Serra, y donde se encontraban como aspirantes no pocos parroquianos suyos.

El sábado 14 de junio le pidió al superior de la casa, el p. Hilario, si podía pasar el fin de semana en San Juan, el superior aceptó pero que fuera acompañado por el p. Filiberto. Después de celebrar la misa a los seminaristas salió para San Juan Nonualco.

Una semana antes había sido asesinado por los militares un jóven universitario en San Rafael Obrajuelo, en pleno día y sin motivo. La única motivación que podía ser constatada era la de una mala información por parte del personal de Orden al cuartel. A las cuatro de la tarde el padre Cosme celebró la misa de los nueve días de ese jóven que era activo en la vida parroquial como también toda su familia. Durante el sermón fue muy duro en contra de los informadores, los llamó "caínes" e insistió en la responsabilidad que tenía quién distorsionaba las informaciones, volviéndose más responsable que los ejecutores materiales.

Después de la cena, se tenía que celebrar una santa misa en acción de gracias por el retorno del párroco a las siete de la noche. A esa hora ya empezaba a oscurecer. El p. Cosme había ido antes a una farmacia para abastecerse de algunas medicinas, después se refugió en la iglesia, posicionándose en el lado izquierdo del altar, en donde tenía su reclinatorio. Se habían hincado teniendo en la mano el misal con las lecturas del domingo.

Dos militares de la Guardia de Hacienda, usando pelucas y pañuelos se acercaron por el centro de la iglesia, uno de ellos llevaba una ametralladora ligera uzy (que pertenecía al jefe del Reguardo de San Juan). El militar llamó al padre por su nombre, mientras el padre se volteaba para ver quién era el que lo llamaba, le descargó la carga de la ametralladora. El padre Cosme caía al suelo en un charco de sangre, delante del altar mayor.

En la sacristía se encontraba el p. Filiberto que se estaba vistiendo con los ornamentos para celebrar la misa, salió inmediatamente y logró oír las últimas palabras del padre: "Perdón, perdón". Le administró la unción de los enfermos y el p. Cosme expiró.

La iglesia estaba vacía, dos músicos en la parte alta sobre la entrada de la iglesia, el sacristán, y el p. Filiberto. Tres Hermanas franciscanas habían sido confesadas por el p. Filiberto y estaban regresando a su convento, al oír los disparos regresaron a la iglesia. Rápidamente la gente pensó que se trataba del padre Cosme y concurrieron al templo. Los dos asesinos se retiraron corriendo perdiendo parte de lo que habían utilizado para disfrazarse, entre ellos una peluca.

Como un cuarto de hora después aparecía la Guardia de Hacienda del pueblo ebria, molestando a las personas presentes en la iglesia. Después llegaba el Juez para constatar la muerte del padre, ordenando que lo llevaran al hospital para la autopsia (La autópsia fue ejecutada en el Hospital Santa Teresa por dos odontólogos).

Hacia la medianoche el cuerpo del p. Cosme fue entregado y posicionado ante el altar mayor de la iglesia de Santa Lucía en Zacatecoluca, de donde era párroco titular en ese momento. Fue velado todo el resto de la noche. El domingo en la mañana el féretro fue trasladado al Calvario de San Juan, donde estuvo hasta el lunes en la tarde, tiempo establecido para el funeral.

El funeral fue muy solemne. El celebrante principal fue el obispo de San Vicente, mons. Pedro Arnoldo Aparicio y Quintanilla, con otros dos obispos concelebrantes: mons. Arturo Rivera y Damas y mons. René Revelo. Los sacerdotes concelebrantes eran alrededor de 40, teniendo en cuenta la situación del país y lo peligroso que era viajar en esos tiempos. La multitud de feligreses no se podía contar. El padre Cosme fue enterrado dentro de la iglesia parroquial de San Juan, en el lado sur, a los pies de la repisa con la estatua de la Virgen Maria. Más tarde, en el año de 1987, su cuerpo fue trasladado a una capilla en el lado norte del altar mayor, en donde sus restos descansan hasta el día de hoy.

Es costumbre que el superior de los frailes controle el cuarto del difunto, sobre todo decida los escritos que se pueden mantener y archivar, los que se deban destruir. Sobre el escritorio del p. Cosme el p. superior, p. Bonicio Morin y dos de sus conserjes, encontraron un documento que es considerado como el testamento espiritual del p. Cosme, escrito con probabilidad unos 20 días antes de su muerte.